domingo, 10 de octubre de 2010

Supervivencia

Cuando no tienes dinero ni para comprar platos, hay que conseguirlos de algún modo. La primera vez que tomamos prestado algo que no pensamos devolver fue en un albergue que está cerca de donde vivimos.

Nuestro compañero mono de piso había estado durmiendo en ese cuchitril mientras buscaba una habitación y aún tenía allí sus cosas. Fuimos a acompañarle y bajamos a la cocina del albergue a hacer una pizza. Había muchísimos platos bonitos esperándonos. También vasos y cubiertos. La tentación se apoderó de nuestras manos y nosotros hicimos malabares para no llevarnos más que dos platos, un cuchillo, un tenedor y un vaso. Un vaso que rompí yo en el salón sin querer al día siguiente. Salimos del albergue con las cosas prestadas haciendo un ruido horrible en la mochila. Es como si dijeran: ¡¡Me han robado!! ¡Me han robado! ¡Detenerlas! En la cocina del albergue unos señores de China (chinos) que estaban allí celebrando el fin de año (chino) nos dieron un pastel típico de allí para probarlo. Al llegar a casa nos dimos cuenta de que el tenedor que habíamos tomado prestado para no devolver tenía unas cosas grabadas en chino. Desde entonces, aparte de para comer, nos sirve como recuerdo.

Compramos unos vasos, no crean que vamos por ahí apoderándonos de todo. Pero eran demasiado pequeños, porque los grandes costaban un ojo de la cara. Así pues, una noche cenando en una hamburguesería barata tuve la obligación moral de llevarme un vaso enorme a casa en el que mi amiga -minutos antes- había tomado una coca-cola. Lo metí en una bolsa de plástico en la que llevaba una cacerola roja monísima de la muerte que había rescatado de la puerta de los vecinos (¡iba a ir directa a la basura!). Pero segundos antes de levantarnos un salero pequeñísimo (de estos típicos de bares) se contoneó en mi mente pidiendo que lo llevara a casa. ¡Y cómo iba a negarme!

Después de eso, hemos rescatado algunas cosas de la puerta de los vecinos o de la acera (cerca de los contenedores, que no dentro). Véase: unos cajones que usamos para guardar cosas, una mesa que hemos colocado en la terraza para apoyar el portátil y pillar la red de los vecinos y un sinfín de cajas de cartón que usamos como reposa-ropa.

También arrancamos un poster gigante del metro (de un anuncio de Vans). Lo hemos colocado en el salón y queda para chuparse los dedos.

Nuestro compañero mono de piso y su amigo- no tan mono- se han hecho colegas de unas tías que viven enfrente de nosotras y que nos caen como una patada en la espinilla. Fueron a casa de esas tipejas una noche, llevándose nuestro precioso vodka y un montoncito de hielos. Nuestro compañero -un poco contento- tomó prestado para no devolver un cuchillo con pinta de cortar (digo pinta, porque no corta ni aunque lo afilemos con el mármol de la mesilla de noche) de la cocina. No trajo más cosas porque le pillaron con las manos en la masa.

Ha aparecido un vaso de tubo en nuestra cocina. Nuestro compañero mono de piso lo ha tomado prestado para no devolverlo de una discoteca muy conocida de Madrid de la que no diré nombre.





He ahí mi compañero mono de piso y yo visualizando unos libros que quedarían monísimos en la estantería que no tenemos (aún).

3 comentarios:

  1. holaa que majas sois, y vuestro compañero es perfecto, diria aun mas magnifico, saludoss

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  2. jajaja genial! Me he echado unas risas cos vuestro video y vuestras historias. Compartir piso tiene que ser una experiencia divertida :)

    Muac.

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  3. Hola, he estado leyendo vuestro blog. Estamos buscando gente para un programa sobre pisos compartidos que hace El terrat (la productora de Buenafuente para la Sexta2). Por favor, podéis poneros en contacto conmigo a través de carlos.torres@elterrat.org

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